˜ Resumen de Oliverio Twist, de Charles Dickens. Corría uno de los años de mil ochocientos... en el que el invierno se estaba mostrando particularmente frío en aquella pequeña localidad inglesa.
La enfermera, señora Thingumy, se estaba preparando un pequeño brasero para soportar mejor aquella noche de guardia en el asilo donde prestaba sus servicios, cuando, de pronto oyó que la aldaba de la puerta sonaba insistentemente.
Cuando la señora Thingumy abrió la puerta se encontró con el cuerpo desmayado de una joven. Estaba a punto de dar a luz. Nace el niño y es llamado Oliverio Twist. La madre muere. Thingumy, mientras acunaba a Oliverio, tomó un saquito que colgaba del niño y se lo guardó en el bolsillo del delantal. Años después, delgado por la escasa alimentación, Oliverio es enviado a una sucursal del asilo, donde tampoco mejoró su estado. No sólo le faltó alimento, también le faltó cariño y el calor familiar. Además, fue allí muy maltratado. Dice el niño: ¡Estoy solo en el mundo! ¡Nadie se preocupa de mí! ¡Si muriera, nadie lloraría por mi desaparición!
A los nueve años, como es costumbre, debe trabajar para ganarse el alimento. Vuelve al asilo central, y ahí se dedica a recoger leña. Su condición no mejoró. Continuaron los maltratos. Por las noches, tendido en su Jergón, lloraba amargamente y se preguntaba por qué él, precisamente él, no tenía una casa, una familia, una madre que le acariciase tiernamente.
A sus doce años, el señor Gamfield, un deshollinador, intentó llevarse como aprendiz a Oliverio. Así lo deseaba Bumble, el bedel del asilo. Gamfield dice: ¡Eres tan delgaducho que podrás perfectamente subir por los tubos de las chimeneas atado con una cuerda! Pero Oliverio no acepta. Así que, dada la urgencia que hay de disminuir los internos en el asilo, es llevado por el señor Sowerberry, quien se dedicaba a hacer ataúdes. En el taller de Sowerberry recibía órdenes de Noé Claypole, quien lo regañaba constantemente. Tampoco los señores lo trataban bien. Para la señora Sowerberry era un mal negocio. Unicamente Carlota, la criada, le dedicaba de vez en cuando unas palabras de consuelo.
Cierto día, Claypole ofendió a la madre de Oliverio. Este, preso de una furia incontenible, lo golpeó repetidamente. Es encerrado sin comer. Por la noche se escapa hacia Londres.
Camino a Londres, el cansancio y el hambre lo vencen. Allí lo despierta un muchacho de su misma edad. Es Santiago Dawkins, con quien continúa la marcha luego de comer algo que él le da. El truhán, que así es llamado Santiago, lleva a Oliverio a la casa de Fagín, un delincuente. Para éste trabaja Santiago. A él le entrega lo que ha robado.
A Oliverio le enseñan a robar. En su primera salida con el truhán y Carlos Bates, otro de los delincuentes, ambos asaltan a un señor y huyen. Asustado por lo que ha visto, Oliverio también corre; pero con tan mala fortuna que es golpeado y atrapado por un guardia.
Pero el señor Brownlow, el asaltado, no lo condena. Por el contrario, desmayado, lo lleva a su casa. Lo viste y alimenta, y manifiesta su deseo de adoptarlo. Oliverio vive aquí una vida llena de felicidad. Pero le advierten a Brownlow que el muchacho lo defraudará, y que es mejor que no lo tome. Para probar que Oliverio es honrado, lo envía a pagar una cuenta. En el trayecto es atrapado por Guillermo Sikes que lo lleva junto a Fagín. Pero Oliverio se niega a trabajar como ladrón. Luego pasará a depender de Guillermo Sikes. Este lo lleva a robar en una casa, y allí recibe un disparo. Inconsciente, es abandonado por Guillermo y su compinche. Tiene Oliverio doce años.
Por otra parte, la señora Thingumy, en su lecho de muerte le proporciona a la señora Corney, la comadrona del asilo, cierta información relacionada con Oliverio. Le suplica que examine las pruebas.
Mientras tanto, Oliverio, ya consciente, busca la casa a la que fue obligado a robar. Allí es bien recibido. Narra su historia a sus ocupantes: la señora Maylie y Rosa. Tiene aquí la oportunidad de estudiar, y lo hace con ahínco. Pero Fagín continúa acechándolo.
También Monks, otro delincuente, persigue a Oliverio. Contacta con la señora Corney y la obliga a que le entregue el saquito que la señora Thingumy le quitó a Oliverio al morir su madre. En el saquito había un medallón y una sortija con una fecha y nombre grabados. Monks los arroja a un caudaloso torrente. Luego dice Monks: Esto no ha de saberlo nadie. ¿Me entienden? ¡Nadie! ¡Ay de ustedes si algún día revelan lo que aquí ha sucedido!
Pero Anita, una muchacha que convive con los delincuentes, escucha la conversación entre Monks y Fagín. Luego parte en busca de la señora Maylie. Anita es recibida por Rosa, a quien le cuenta lo que escuchó decir a Monks. Ella le dice: En una conversación que yo sorprendí, Monks le decía a Fagín que finalmente consiguió hacer desaparecer las únicas pruebas que podían acreditar la verdadera procedencia de Oliverio. Se trataba de un medallón y de una sortija con una fecha y un nombre de mujer: Inés. Anita también le dice a Rosa que los delincuentes ya conocen el paradero de Oliverio y que lo buscarán.
Para fortuna de Oliverio, aparece el señor Brownlow, quien lo toma nuevamente. Rosa le cuenta lo ocurrido y lo narrado por Anita.
Anita se reúne con Brownlow y rosa, de lo cual se entera Fagín. Este se lo cuenta a Guillermo, quien termina matando a la muchacha, arrepintiéndose con lágrimas después. Huye.
Brownlow encuentra a Monks, a quien llama por su verdadero nombre: Eduardo Leedfor. Lo lleva a su biblioteca y ahí le dice: Su padre conoció a una bella joven llamada Inés, pero la abandonó cuando supo que ésta iba a tener un hijo. Más tarde, se arrepintió de su comportamiento y antes de morir redactó un testamento muy particular. Quería que se buscase a aquella joven, que su fortuna pasase por partes iguales a los dos hijos que había tenido: usted y ese desdichado de Oliverio Twist. Pero su padre falleció, la madre de usted, Eduardo Leedfor, celosa por ese testamento que no le dejaba como único heredero, lo destruyó.
Monks confiesa que ha perseguido a Oliverio y que se ha interesado en que se vuelva un delincuente, por si alguna vez reclama la herencia. Le dice Brownlow que su padre le envió una copia del testamento, y le rogó que tratara de encontrar a Inés. Agrega que sabía que el testamento aclaraba que Oliverio sólo entraría en posesión de la mitad de su fortuna si llegaba a la mayoría de edad observando buena conducta. Esto explica el interés de Monks en volver al muchacho un delincuente. Brownlow lo obliga a compartir la fortuna.
Mientras tanto, Fagín es condenado a la horca. Guillermo Sikes se ahoga en un pantano mientras intenta escapar de la justicia.
Descubre también Brownlow que Rosa era hermana de la madre de Oliverio: es su tía. En cuanto a Bumble y Corney, ambos del asilo, que se han casado, son obligados a renunciar. Oliverio recorre, junto a Brownlow, el asilo en el que transcurrieron sus primeros años. Le pesa ver que los niños siguen en las mismas condiciones. Pensando en que cuando sea mayor dispondrá de mucho dinero, le dice a Brownlow: cuando llegue ese momento quiero que usted me ayude a dedicar mi fortuna a aliviar la triste suerte de esos huérfanos. No quiero que nadie más sea tan desgraciado como yo lo fui antes de encontrarlo a usted, a la señora Maylie y a rosa. ¿Me lo promete?
Rosa y Enrique Maylie se casan. Carlos Bates y el truhán consiguen trabajo en una granja, y se prometen no volver a robar.
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