martes, 25 de mayo de 2010

Grupo N°8.

˜ Resumen del Quijote.

Capítulo I. Comienza así la novela: En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda… Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, aunque quizás se llamaba Quejana. Este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso, que eran los más del año, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda. Y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro, de manera que vino a perder el juicio. A tal grado llegó su locura que decidió hacerse caballero andante e irse por todo el mundo con sus armas. Limpió unas viejas armas y montó en su rocín flaco, al que llamó Rocinante; y el se llamó don Quijote de la Mancha, pues la Mancha era su tierra. Pero como todo caballero andante, debía tener una enamorada. Y escogió a una moza labradora llamada Aldonza Lorenzo, cuyo nombre cambió por Dulcinea del Toboso, porque era originaria del Toboso. Capítulo II. Armado como queda dicho, salió de su casa sin que nadie lo viera. Ya en el campo se da cuenta que no había sido armado caballero, lo cual exigía la ley de caballería. Dispuso hacerse armar caballero del primero que encontrara. Con este pensamiento llegó a una venta que le pareció un castillo, donde dos mozas le parecieron doncellas. Entró sin quitarse la celada, pues no le era posible. Y así comió, y le dieron de beber con una caña. Capítulo III. Llamó al ventero, y, encerrándose con él en la caballeriza, se hincó de rodillas ante él, diciéndole: No me levantaré jamás de donde estoy, valeroso caballero, fasta que la vuestra cortesía me otorgue un don que pedirle quiero, el cual redundará en alabanza vuestra y en pro del género humano. El ventero, observando su locura, busca divertirse con él siguiéndole la corriente. Esa noche, don Quijote vela las armas en un corral. Pero a un arriero se le ocurre ir a dar de beber a su recua, y para hacerlo quitó las armas del caballero. Le dice don Quijote: ¡Oh tú, quienquiera que seas, atrevido caballero, que llegas a tocar las armas del más valeroso andante que jamás se ciñó espada!, mira lo que haces y no las toques, si no quieres dejar la vida en pago de tu atrevimiento. Con la lanza le da tremendo golpe que lo derriba. Un segundo arriero corre igual suerte. Viendo esto, los otros arrieros le acometieron con piedras, pero él no se apartó de la pila por no abandonar sus armas. El ventero, para que se retire, lo arma caballero con un pescozón y un espaldarazo. Capítulo IV. Vuelve a su casa para hacerse de dinero y de un escudero. Al pasar por un bosque, escucha unas voces. Es un muchacho atado que es castigado por su amo. Viéndolo don Quijote, lo obliga a que lo desate y le pague lo que le debe. El muchacho, Andrés, dice: nueve meses, a siete reales cada mes. Se marcha el caballero satisfecho por haber deshecho el primer agravio, pero después el amo castiga con más rigor a Andrés. Luego se topa con unos mercaderes, que su locura los hace ser caballeros andantes. Les ordena que confiesen que la sin par Dulcinea del Toboso es la más hermosa del mundo. Luego arremete contra quien dijo no conocerla, pero se salva porque tropieza Rocinante. Sin poder levantarse, un mozo le partió la lanza y con un pedazo le dio en las costillas. Y aún se tenía por dichoso, pareciéndole que aquélla era propia desgracia de caballeros andantes. Capítulo V. Un labrador vecino lo socorre y se da cuenta que está loco. Lo lleva a su casa, justo cuando la sobrina les narra al maese Nicolás, el barbero, y al licenciado Pérez, el cura, que su tío está loco por culpa de los libros de caballería. Capítulo VI. Al día siguiente el ama y la sobrina presencian la quema de los libros que hacen el licenciado y el barbero. Se salvan el Amadís de Gaula, Palmerín de Ingalaterra y Don Belianís. Así mismo muchos libros de poesía. Toma un libro el cura y dice: La Galatea, de Miguel de Cervantes dijo el barbero. Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos. Su libro tiene algo de buena invención; propone algo, y no concluye nada: es menester esperar la segunda parte que promete. También se salva. Capítulo VII. Se levanta don Quijote y pregunta por sus libros. Como fue advertida, dice la sobrina que se los llevó un encantador que vino sobre una nube una noche, después del día que vuestra merced de aquí se partió. Busca don Quijote a su escudero. Es elegido su vecino Sancho Panza, analfabeta. En este tiempo, solicitó don Quijote a un labrador vecino suyo, hombre de bien si es que este título se puede dar al que es pobre, pero de muy poca sal en la mollera. Le ofrece hacerlo gobernador de una ínsula que conquiste. Dice Sancho: Mire vuestra merced, señor caballero andante, que no se le olvide lo que de la ínsula me tiene prometido; que yo la sabré gobernar, por grande que sea. Capítulo VIII. En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo; y, así como don Quijote los vio, dijo a su escudero: La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra. Sin escuchar a su escudero, se lanza contra los molinos de viento. Muy maltrecho queda junto a su caballo. Aparecen 2 frailes y un coche con una dama. A don Quijote se le figura que son encantadores que traen hurtada a una princesa. Arremete contra ellos. Uno huye y el otro cae de la mula, acudiendo Sancho a quitarle el hábito como despojo de la batalla de su señor. Pero el escudero es apaleado por los mozos de los frailes. Don Quijote le pide a la dama que vaya a visitar a Dulcinea y le cuente lo que ha hecho. Pero otro mozo (clérigo) pelea con el caballero y le da una cuchillada sobre el hombro.

Segunda parte. Capítulo IX. Esta parte la encuentra Cervantes en unos papeles viejos que le compra a un muchacho. Aquí continúa la pelea anterior. Se cuenta aquí cómo el escudero de las damas le corta una oreja. Capítulo X. Carga don Quijote un bálsamo mágico, capaz de unir un cuerpo partido por la mitad. Viendo rota su celada decide hacerse de una nueva despojando a alguien. Buscan donde pasar la noche y se encuentran con la choza de unos cabreros. Capítulo XI. Los cabreros los invitan a comer mientras escuchan con extrañeza la conversación del caballero con su escudero. Llega otro cabrero, Antonio, que se encarga de cantar con su instrumento musical. Uno de los cabreros le venda la oreja. Capítulo XII. Un nuevo cabrero, Pedro, llega contando la muerte de Grisóstomo por desprecio de Marcela, mujer bella, acaudalada y huérfana. Es mañana el entierro. Oye don Quijote muy atento la historia de Marcela y Grisóstomo, quien no consiguió el amor de la altiva Marcela. Capítulo XIII. Camino al entierro se topan con unos pastores que llevan la misma ruta. Vivaldo le pregunta por qué viste de aquella manera en tierras tan pacíficas. Dadas las explicaciones, comprende que está loco. Le pide que le hable de su dama. Dice don Quijote. su nombre es Dulcinea; su patria, el Toboso, un lugar de la Mancha; su calidad, por lo menos, ha de ser de princesa, pues es reina y señora mía; su hermosura, sobrehumana, pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas: que sus cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho… Llegan al entierro y hay unos papeles en los que está escrita la última canción de Grisóstomo. Vivaldo lo toma. Capítulo XIV. Canción desesperada, no te quejes cuando mi triste compañía dejes; antes, pues que la causa do naciste con mi desdicha aumenta su ventura, aun en la sepultura no estés triste. Aparece Marcela durante el sepelio. Es su intención hacerles ver a los que la culpan, que no es culpable de la muerte de Grisóstomo. De aquí parte don Quijote, internándose en el mismo bosque en el que entrara la pastora Marcela.

Tercera parte. Capítulo XV. Rocinate es apaleado por unos gallegos, una vez que se aproximara a sus yeguas. Arremeten contra ellos don Quijote y Sancho, quedando ambos tumbados. Espera vengarse don Quijote, y Sancho dice: Señor, yo soy hombre pacífico, manso, sosegado, y sé disimilar cualquiera injuria, porque tengo mujer y hijos que sustentar y criar. Tan mal quedó Rocinante, que don Quijote monta en el asno de su escudero. Capítulo XVI. Llegan a una venta, que a don Quijote le pareció un castillo, donde son curados. Se hospeda ahí un arriero que espera reunirse en la noche con Maritormes, una moza de la venta. Don Quijote se imaginó, tal como había leído, que la hija del señor del castillo llegaría a visitarlo, rendida por su gran gentileza. La moza va en busca del arriero, y cree don Quijote que es la hija del señor del castillo que llega a rendirse a sus brazos. La toma y la hace sentar en su cama. Medio enfadado por la falta de cumplimiento de la moza, el arriero escucha atentamente las palabras del caballero. Como oyese que esta forcejeaba, le lanzó un golpe a don Quijote que le desangró la boca. El ruido despierta al ventero, que sospecha de Maritormes: ¿Adónde estás, puta? A buen seguro que son tus cosas éstas. En la refriega, Sancho lanza golpes que dan en Maritormes, ésta hace igual, lo mismo el arriero, don Quijote, el ventero y un cuadrillero de la Santa Hermandad. Capítulo XVII. A don Quijote le parece que el castillo está encantado y que el brazo de un gigante llegó a golpearlo. Llega el cuadrillero y le da con el candil al escuchar las ofensas de don Quijote, quien lo toma por el moro encantado. Se dispone a preparar el mágico bálsamo, del cual bebe y le provoca gran vómito. Al levantarse de dormir, se siente recuperado. Bebe también Sancho, pero en él no se produjo el mismo efecto. Se marcha sin pagar la cuenta, pues, según sus lecturas, jamás caballero andante pagó cuenta alguna; pues todos estaban en deuda con ellos. Es con Sancho, en pago, que los de la venta se divierten elevándolo por los aires en una manta. Capítulo XVIII. Ya Sancho está cansado y le pide a su señor volver al hogar. En esto aparecen dos grupos de ovejas que a don Quijote le parecen ejércitos y se prepara para entrar en combate. Arremete contra las ovejas, matando a siete. Los pastores respondieron con piedras. Pierde muchos dientes. Su escudero lo cura. Dice don Quijote: Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro si no hace más que otro. Capítulo XIX. Buscando donde pasar la noche, se toparon con un grupo de sacerdotes que llevaba el cadáver de un caballero. Les ordena don Quijote que se detengan. Muy asustados, pues lo tomaron por un diablo en aquella noche, todos salieron huyendo. Aprovecha Sancho para sacar algo de comer de lo que llevan los sacerdotes. Pero un sacerdote queda tirado en el suelo y es ayudado por Sancho, quien le dice: Si acaso quisieren saber esos señores quién ha sido el valeroso que tales los puso, diráles vuestra merced que es el famoso don Quijote de la Mancha, que por otro nombre se llama el Caballero de la Triste Figura. A la pregunta del amo, Sancho responde que le llamó el Caballero de la Triste Figura por su rostro de hambre y porque así se ve por la falta de dientes. Le parece bien el apelativo a don Quijote y decide llamarse así. Capítulo XX. Buscando agua, llegan a un sitio donde se escuchan tremendos ruidos. Siendo de noche, don Quijote quiere atacar. Pero Sancho, muy temeroso, lo impide atando las patas de Rocinante. Lo entretiene contándole cuentos durante la noche. Descubren al siguiente día que el ruido era provocado por mazos de batán. Capítulo XXI. Se acerca un barbero en un asno y con la vasija de metal sobre su cabeza. Le parece a don Quijote que es el yelmo de Mambrino y lo ataca. Huye, dejando la vasija y el asno en el lugar, cuya montura Sancho cambia por la de su asno. Toma el caballero la vasija y se la coloca a modo de celada en la cabeza. Capítulo XXII. Se topan con un comisario que lleva 12 hombres a galeras. Habla con ellos y le parece a don Quijote que es mucho el castigo y que se comete una injusticia, por lo que le pide al comisario que los deje en libertad. Arremete contra él, derribándolo; aprovechan los prisioneros para desatarse y tomar una escopeta. Los gendarmes huyen. Les pide don Quijote que visiten a su dama y le cuenten lo ocurrido. Pide uno que sean mejor avemarías, pues deben huir de la Santa Hermandad. Se irrita el caballero, y los galeotes, viendo su locura, lo atacan a pedradas. Capítulos XXIII y XXIV. Se internan en Sierra Morena en donde don Quijote encuentra una valija con escudos de oro que entrega a Sancho. Este le besa las manos. Se les aparece y desaparece un hombre, que don Quijote cree ser el dueño de la maleta. Esto lo confirma un cabrero. Cardenio es el nombre del hombre de la maleta. Conversan con él, quien cuenta su historia, hasta que a don Quijote le enfada lo que dice. Cardenio lo golpea junto a su escudero y se interna en la montaña sin terminar su historia de Luscinda. Capítulos XXV y XXVI. Sancho quiere volver a su casa. Don Quijote lo enviará a ver a Dulcinea a quien le llevará una carta, aunque es analfabeta; y otra en la que le pide a la sobrina que le entregue 3 pollinos a Sancho, pues el suyo lo ha perdido. Antes hará penitencia y cabriolas desnudo, y se encargará Sancho de contarle a su señora lo que el caballero de la Triste Figura hace por ella. Le descubre a Sancho que la tal Dulcinea es Aldonza Lorenzo, a quien Sancho sólo ha visto unas 4 veces. Se sorprende el escudero, pues se imaginaba que se trataba de una princesa. Da muestras don Quijote de estar consciente de su locura. Dice: a lo que parece, que no estás tú más cuerdo que yo. Parte Sancho en Rocinante. Se queda don quijote haciendo penitencia como Amadís. Parte Sancho y en la venta de la manta se encuentra al licenciado y al barbero, que le piden leer la carta. Descubre Sancho que la ha perdido. Capítulo XXVII. Se vestirá de doncella el barbero y será su escudero el cura. Pretenden hacer que don Quijote regrese a su casa. En la sierra, vase Sancho a buscar a su señor. En la espera llega Cardenio y les cuenta completa la historia de Luscinda al licenciado y al barbero. Luscinda, su amada, fue obligada a casarse con un hombre rico. Esto obliga a Cardenio a encerrarse en la sierra.

Cuarta parte, Capítulo XXVIII. En la espera aparece una mujer que parece hombre. Es Dorotea, quien fuera burlada por don Fernando, con quien se casara Luscinda. Al igual que Cardenio, vaga por la sierra. Capítulos XXIX y XXX. Cardenio reconoce a Dorotea y le cuenta que fue el amado de Luscinda. El licenciado los invita a irse a vivir a su aldea, lo que agradecen. Dorotea se ofrece para ser la doncella ante don Quijote, que fue mencionado en la charla. Será la heredera del reino de Micomicón, de Etiopía. Llegan ante don Quijote todos disfrazados. Reconoce don Quijote al cura (licenciado) Le pide Dorotea su ayuda. Explica Dorotea que un gigante amenaza su reino. Ve don Quijote la ocasión para que Sancho tenga su reino y sea Dorotea su esposa. Alegre, Sancho besa las manos de Dorotea a quien toma por su reina. Capítulo XXXI. Le miente Sancho diciendo que visitó a Dulcinea. Le pide que, llegando a ser rey, le dé una parte del reino cerca del mar, pues ya que sus súbditos serán negros del Africa, piensa venderlos como esclavos. Donde se reúnen a comer, llega el niño Andrés, quien le pide pan; pero que ya no lo socorra más. Capítulos XXXII, XXXIII, XXXIV y XXXV. Pasan de nuevo a la venta de la manta. Aquí maese Nicolás, el barbero, se quita el antifaz y se hace aparecer como alguien que en la venta se encontraba. El cura lee una novela olvidada en la venta por un huésped. La novela del curioso impertinente trata del recién casado Anselmo que quiere conocer la honradez de su mujer, para lo cual le pide a su gran amigo Lotario que la enamore. Lotario la enamora y ocurre que ambos se enamoran. Juntos, con Leonela, le hacen creer que es Camila la mujer más honrada del mundo. No terminaba de leer cuando escuchó los ruidos de don Quijote, quien rompió unos cueros de vino creyendo que eran los gigantes de Micomicón. Sosegado el ventero, prosiguió la novela. Esta termina cuando Anselmo, tras perseguir a quien de la habitación salía, amenazolo de muerte. Leonela le dice que no lo haga y que ella le contará algo que le interesa. Asustada, huye Camila con Lotario. Enterado Anselmo, se quita la vida. Un papel deja Anselmo, en el que dice yo fui el fabricador de mi deshonra. Capítulo XXXVI. Ocurre que llega una mujer disfrazada. Luego se descubre que es Luscinda y don Fernando. Dorotea y Cardenio se alborotan, y lo mismo ocurre con Luscinda, que reconoce a Cardenio. Todo llega a buen término: se queda don Fernando con Dorotea y Cardenio con Luscinda. Lloran todos, y Sancho llora por ver que Dorotea no era la princesa de Micomicón, y que por lo tanto no tendría lo que le había prometido. Capítulos XXXVII a XLII. Llegan a la venta una mora hermosa y su acompañante, a quien llaman Cautivo. Este cuenta de cuando fue soldado y estuvo preso en Argelia. Cuenta que un soldado español, de nombre Saavedra, era el único que no era maltratado por el opresor. Dice: Sólo libró bien con él un soldado español, llamado tal de Saavedra, el cual, con haber hecho cosas que quedarán en la memoria de aquellas gentes por muchos años, y todas por alcanzar libertad, jamás le dio palo, ni se lo mandó dar, ni le dijo mala palabra. Cuenta que fue la mora que lo acompaña, Zoraida, quien le dio el dinero para pagar su libertad. Termina su historia diciendo que va en busca de su padre. Llega un oidor que resulta ser un hermano del cautivo, capitán Viedna. El mismo que escogió las letras en vez de las armas. El cura se encarga de decirle al oidor, que llora el recuerdo de su hermano, que es quien ahí está. Se abrazan tiernamente los hermanos Viedna. Capítulo XLIII. Un mozo de mulas llega y Clara lo recuerda, pues fue quien en un tiempo se enamoró de ella. Capítulos XLIV a XLVI. Llegan buscando a don Luís, el enamorada de Clara, los sirvientes de su padre. Esto hace un gran escándalo que intentan aprovechar dos huéspedes de la venta para irse sin pagar. Como trata de impedirlo el ventero, lo agarran a golpes. Entonces la hija le pide ayuda a don Quijote, quien le pide permiso a Dorotea de socorrer al ventero. Dado el permiso, luego se niega; pues considera que es gente escuderil, y que por lo tanto le corresponde actuar a Sancho Panza. Llega en esto el barbero al que le quitaron su vasija, que don Quijote creyó ser un yelmo, y Sancho le quitó el aparejo. Viendo a Sancho, le dice: ¡Ah don ladrón, que aquí os tengo! ¡Venga mi bacía y mi albarda, con todos mis aparejos que me robastes! Ofendido, Sancho le da un golpe en la boca que lo desangra. Orgulloso de él, don Quijote piensa en armarlo caballero. Interviene don Quijote cuando el barbero dice que le fue quitada la bacía. Dice don Quijote que es el yelmo de Mambrino. Como el cura le sigue la corriente, se enfada el barbero y en poco se arma una trifulca en la que participan todos. Luego, uno de los criados de don Luis (éste ha decidido irse con don Fernando y no a la casa de su padre) saca un documento donde pide la Santa Hermandad que sea prendido don Quijote por haber liberado a los galeotes. Se arma una pequeña pelea entre ellos. Termina porque el cura convence a los cuadrilleros que don Quijote es falto de juicio. Pagó también el cura por la bacía y reparó lo de la albarda. Don Fernando paga los cueros de vino al ventero y queda así la venta en completa armonía. Se dispone don Quijote a seguir el encargo de Dorotea, Micomicona. Le pide a Sancho que prepare las bestias. Pero se niega, pues le dice que la tal Dorotea no es reina y que la vio besarse con don Fernando. Pero ella lo convence diciendo que lo que vio fue por efecto del encantamiento del castillo. Así se libra del castigo que le daría su amo por hablantín. El cura, para llevarlo a su casa, contrata a un carretero de bueyes, hace construir una jaula y hace que don Fernando, criados y cuadrilleros se disfracen. Atan a don Quijote, que cree que son fantasmas, y lo encierran en la jaula en la carreta. Sancho, de todos los presentes, estaba en su mesmo juicio y en su mesma figura; el cual, aunque le faltaba bien poco para tener la mesma enfermedad de su amo, no dejó de conocer quién eran todas aquellas contrahechas figuras; mas no osó descoser su boca, hasta ver en qué paraba aquel asalto y prisión de su amo, el cual tampoco hablaba palabra. El barbero, su vecino, le dice: ¡Oh Caballero de la Triste Figura!, no te dé afincamiento la prisión en que vas, porque así conviene para acabar más presto la aventura en que tu gran esfuerzo te puso; la cual se acabará cuando el furibundo león manchado con la blanca paloma tobosina yoguieren en uno, ya después de humilladas las altas cervices al blando yugo matrimoñesco; de cuyo inaudito consorcio saldrán a la luz del orbe los bravos cachorros, que imitarán las rumpantes garras del valeroso padre. Estas y otras razones aquietan al caballero, que se considera víctima de un encantamiento. Capítulos XLVII y XLVIII. Dice él: Muchas y muy graves historias he yo leído de caballeros andantes, pero jamás he leído, ni visto, ni oído, que a los caballeros encantados los lleven desta manera y con el espacio que prometen estos perezosos y tardíos animales; porque siempre los suelen llevar por los aires, con estraña ligereza, encerrados en alguna parda y escura nube, o en algún carro de fuego, o ya sobre algún hipogrifo o otra bestia semejante; pero que me lleven a mí agora sobre un carro de bueyes, ¡vive Dios que me pone en confusión! Pero quizá la caballería y los encantos destos nuestros tiempos deben de seguir otro camino que siguieron los antiguos. El ventero se despide dándole al cura los papeles de la novela El curioso impertinente. Descubre el cura, al leer en otra parte, que dice: Novela de Rinconete y Cortadillo. Durante el viaje, se topan con un canónigo a quien el cura le explica el porqué de aquel hombre de la jaula. Habla el canónigo de los libros de caballería. Sancho, que ha descubierto al cura y al barbero y sus intenciones, trata de convencer a su amo de que no va encantado, sino solo tonto. Le responde que todo es producto del encantamiento. Dice: porque es fácil a los encantadores tomar la figura que se les antoja. Capítulo XLIX a LI. Llegan a un valle donde descansarán y es liberado don Quijote a petición de su escudero. Antes, ha dado su palabra de caballero al canónigo que no escapará. Le hace ver el canónigo que los libros de caballería son falsos muchos de ellos. Replica don Quijote que él (el canónigo) está encantado por pensar así. Mientras comen, aparece un cabrero que cuenta su historia. Es el caso que se enamoró de Leandra, hija de un rico, que fue engañada por un embaucador. Desde entonces él y otros pretendientes se han hecho cabreros. Capítulo LII. Si le fuese posible, sacaría a Leandra del monasterio en que está, dice don Quijote. Como dice el cabrero que ha de estar loco, recibe en su cara un golpe con pan dado por don Quijote. Lo toma por el cuello el cabrero, y acude Sancho a socorrer a su amo, desangrando al cabrero. Hacen tregua porque se escucha una trompeta de quienes, cargando a la virgen, hacen una procesión para que llueva. Le parece a don Quijote que es una cautiva, y se enfrenta a los disciplinantes, pidiéndoles que la liberen. Uno de los cargadores lo golpea, dejándolo como muerto. Acuden en su auxilio y el cura reconoce a otro cura, con lo cual se evita una batalla. Aquí el cabrero se despide, y los cuadrilleros ya no siguen, recibiendo antes del cura un pago por sus servicios. Quedan sólo Sancho, el boyero, el cura, el barbero y el caballero de la Triste Figura. Llegan a la aldea un día domingo, siendo reconocido por todos. Acuden la sobrina, el ama y la mujer de Sancho, preguntando si estaba bueno el asno. Le pregunta Juana Panza: ¿qué bien habéis sacado de vuestras escuderías?, ¿qué saboyana me traes a mí?, ¿qué zapaticos a vuestros hijos? Don Quijote es atendido por su sobrina y ama.

Segunda salida. Don Quijote sufre una larga enfermedad de la cual logra recuperarse. Una vez recuperado, decide salir de su hacienda por segunda vez y recorrer el mundo en busca de aventuras junto a su fiel escudero. En esta segunda salida, entre las numerosas hazañas de don Quijote, sobresale la de los leones. Topose en el camino con un carro cerrado, lleno de banderas y tirado por mulas. Se acerca don Quijote al carretero y le dice ¿Adónde vais, hermano? ¿Qué carro es éste y qué lleváis en él, y qué banderas son aquestas? El carretero responde El carro es mío, y lo que va en él son dos bravos leones enjaulados; que el general de Orán envía a la corte, presentados a su majestad. Las banderas son del rey nuestro señor, en señal de que aquí va cosa suya. Los leones son tan grandes que no han pasado mayores de África a España jamás. Dice don Quijote ¿Leoncitos a mí, y a tales horas? Apeaos, buen hombre; abrid esas jaulas y echarme esas fieras fuera. Obligado por el caballero, el hombre del carro abrió la jaula, con gran terror de todos. Pero el generoso León, más comedido que arrogante, no haciendo caso ni de niñerías ni de bravatas, miró a un lado y otro, volvió las espaldas y se volvió a tender en la jaula, enseñando sus partes traseras a don Quijote. Y por fortuna no sucedió nada más. Después de otras aventuras, asiste don Quijote a la famosa boda de Camacho, entabla conocimiento con maese Pedro y su mono, y tiene un afortunado encuentro con los duques, que le llevan a su casa. Grandes y divertidas cosas sucedieron en el palacio de los duques, pero de las más importantes es, sin duda, la del fabuloso caballo Clavileño. Sancho panza, por su parte, es víctima de una sabrosa burla de sus huéspedes, que le invitan a regir una imaginaria ínsula y le hacen gobernador de ella. En su gobierno, dio Sancho grandes pruebas de cordura y buen sentido. Después de un viaje a Barcelona, en donde acaecieron los más divertidos episodios, don Quijote y su escudero, vencidos y asandereados, deciden regresar a su aldea manchega. Caminaron sin que acaeciesen cosas dignas de ser narradas, y al fin llegaron a su pueblo. Como las cosas humanas no son eternas, también llegó el fin de don Quijote cuando menos lo esperado. Le arraigaron unas calenturas, y con ellas le volvió la razón. Al borde de la muerte, el caballero habló así Ya tengo el juicio libre y claro, sin la sombra que sobre él pusieron los detestables libros de caballerías. Ahora conozco sus disparates y embelecos. Dadme albricias, amigos, que ya no soy don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano, a quien mis costumbres me dieron renombre de bueno. Llamad a un cura que me confiese, y a un escribano para que hagan testamento. En los nidos de antaño no hay pájaros hogaño. Fui loco, y ahora soy cuerdo. Rodeado de Sancho, del ama y la sobrina, del cura, del bachiller Sansón Carrasco, y de maese Nicolás el barbero, dictó el caballero su testamento, recibió todos los sacramentos y, entre compasiones y lágrimas de los presentes, entregó su alma al Creador.

Hamlet, obra maestra de Shakespeare.

˜ Resumen de Hamlet. Hamlet, quien fuera rey de Dinamarca, ha muerto. La nación es gobernada ahora por Claudio, su hermano, quien ha tomado por esposa a Gertrudis: hermana y esposa del rey muerto (por lo tanto, también hermana de Claudio) Pero el espectro del rey muerto se le aparece a los soldados Bernardo y Marcelo; y a Horacio: entrañable amigo del príncipe Hamlet (hijo del rey difunto). Este suceso del aparecimiento le es comunicado al príncipe Hamlet, quien acude al sitio y le habla así a la sombra: ¿por qué tus venerables huesos, ya sepultados, han roto su vestidura fúnebre? ¿por qué el sepulcro, donde te dimos urna pacífica, te ha echado de sí, abriendo sus senos que cerraban pesados mármoles? ¿Cuál puede ser la causa de que tu difunto cuerpo, del todo armado, vuelva otra vez a ver los rayos pálidos de la luna, añadiendo a la noche horror? El fantasma le indica que lo siga, y en un lugar apartado le confiesa cómo fue su muerte. Dice la sombra: Dormía yo en mi jardín, según lo acostumbraba siempre. Tu tío me sorprende en aquella hora de quietud, y trayendo consigo una ampolla de licor venenoso, derrama en mi oído su ponzoñosa destilación... Hamlet decide tomar venganza.

El encuentro con el espectro de su padre afecta el comportamiento del príncipe, advirtiéndose cierto grado de locura en él. Por esto, Claudio ordena a los cortesanos Ricardo y Guillermo investigar la causa de tal comportamiento.

Por su parte, el Sumiller Polonio, padre de Laertes y Ofelia, explica a los reyes que la causa de la locura es debida al amor que el príncipe siente por Ofelia, a quien ya ordenó que corte relaciones con él. Pero el rey Claudio, oyendo hablar a Hamlet, deduce que no hay locura en él; y sospecha que algo oculta. Por esta razón decide enviarlo cuanto antes a Inglaterra.

Hamlet, no convencido totalmente por las palabras de la sombra, busca la verdad por otros medios. La ocasión se le presenta con la llegada de cuatro cómicos a quienes les pide que representen el drama La Muerte de Gonzago. Las escenas de este drama contienen circunstancias muy parecidas a la muerte de su padre. Hamlet espera que al observar Claudio las escenas dé muestras de arrepentimiento y culpabilidad.

Da inicio el drama. Un cómico vierte una porción de licor en el oído de otro. Justo en ese momento Claudio se levanta abruptamente y se retira. Hamlet queda convencido de su culpabilidad. En lo sucesivo, Claudio, temeroso por la presencia del príncipe, apresurará su partida a Inglaterra.

Entretanto, Gertrudis manda a llamar Hamlet. Mientras conversan, Polonio los escucha, tal como ha sido planificado. Pero Gertrudis, temerosa al ver agitarse el semblante de su hijo, grita. Entonces Polonio intenta auxiliarla. En ese intento agita los tapices y sorprende al príncipe, quien da unas estocadas al bulto, matando a Polonio accidentalmente. Allí mismo Hamlet le hace saber a su madre que Claudio mató a su padre, y le pide que guarde el secreto.

Llega la hora de partir para Inglaterra. El príncipe será acompañado por los cortesanos Guillermo y Ricardo, a quienes Claudio ha entregado unas cartas selladas en las que le pide al rey de Inglaterra que asesine a Hamlet a su llegada. Pero éste sustrae las cartas, cambia la orden y envía a una muerte segura a los cortesanos. Luego, por conducto de Horacio, envía una carta a Claudio informándole su regreso. Por esa misma época, Laertes, el hijo de Polonio, regresa de Francia, y le exige a Claudio que le aclare la muerte de su padre. El rey aplaca su furia afirmándole que Hamlet lo asesinó.

Claudio recibe la carta del príncipe. Planea entonces su muerte, de forma tal que parezca accidental. La estrategia es la siguiente: Laertes y Hamlet se enfrentarán en una justa, dando oportunidad a que Laertes tome una espada sin protector y le cause la muerte en cualquier jugada. Laertes acepta. Para asegurarse el triunfo decide envenenar su espada. Claudio, considerando que el plan fracase, planea dar una copa envenenada al príncipe cuando le pida de beber. En esto se hallan cuando se enteran que Ofelia, hermana de Laertes, acaba de ahogarse.

Hamlet, que ignora la muerte de Ofelia, conversa con los sepultureros. Ve llegar a los reyes y se oculta. Ahí se entera que es Ofelia quien ha muerto. Se lanza a la tumba y se une a golpes con Laertes, hasta que los desunen.

Llega el tiempo de la justa. Gertrudis toma una copa para brindar por su hijo: pero trágicamente toma la copa envenenada por Claudio. Muere. Laertes también muere al ser herido por espada envenenada; pero consigue herir a Hamlet, a quien le dice: Hamlet, tú eres muerto... No hay medicina que pueda salvarte: vivirás media hora apenas... ¡Volviose en mi daño la trampa indigna!... Tu madre ha bebido un tósigo... El rey, el rey es el delincuente. Hamlet atraviesa con su espada a Claudio y lo envenena. Al final de la tragedia aparece Fortimbrás, príncipe de Noruega, que vuelve de ganarle la guerra a Polonia. Le erige un túmulo, digno de su estirpe, al guerrero Hamlet.



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